La feroz y constante resistencia del pueblo español ante el invasor francés tras la firma del Tratado de Fontainebleau (1807) fue más que notoria. Asimismo, hasta la organización de une"ejército patriota" las clases populares y los "restos" de la administración anterior tomaron la iniciativa en la organización de la lucha española durante los primeros pasos de la Guerra de la Independencia (1808-1814).
En este sentido, traigo a este Blog la figura característica de un "paisano" nuestro, vecino de la localidad del sur de Alicante, de Catral, en la Huerta del Segura.
Se trata de Don Juan de Dios Casains de Valera (Catral, 1776-1812) había ocupado diferentes papeles de relevancia en la política local. Abogado de los Reales Concejos, Alcalde primero ordinario de Catral en los años 1803 y 1808.
Se trata de Don Juan de Dios Casains de Valera (Catral, 1776-1812) había ocupado diferentes papeles de relevancia en la política local. Abogado de los Reales Concejos, Alcalde primero ordinario de Catral en los años 1803 y 1808.
Os dejo a continuación el artículo "El Guerrillero de Catral que supo frenar a Napoleón" publicado el 2 de febrero de 2015 en el blog La Millor Terra del Mon
Don Juan de Dios Casains (cuyo apellido puede derivar en Casaús, Casañs, Casañys, Casaiñs) de Valera (Catral, 1776-1812) había ocupado diferentes papeles de relevancia en la política local. Abogado de los Reales Concejos, Alcalde primero ordinario de Catral en los años 1803 y 1808 y Juez de Aguas del Ayuntamiento de Catral en varias ocasiones, era un vecino reconocido y respetado en esta localidad alicantina. Sin embargo, su trayectoria política queda empequeñecida por el relevante papel que jugó en la defensa de nuestra tierra en un momento crucial de nuestra historia.
Corría mayo de 1808 y toda España se agitaba por la ocupación de las tropas napoleónicas y el inicio de la Guerra de Independencia. El pueblo español, movida por razones religiosas e incluso xenófobas, obliga a reaccionar a las indolentes autoridades contra Napoleón y sus huestes. Sin embargo, no termina de explotar una corriente verdaderamente revolucionaria entre unos ciudadanos asustados, desarmados y abandonados a su suerte por una clase política cobarde y más preocupada por sus propios intereses que por el futuro del pueblo.